En las aulas de 2° hemos realizado un interesante ejercicio que nos ha dejado una gran y profunda huella.
Nos hemos relajado. Hemos tomado un trozo de papel de aluminio que representaba a uno de nuestros amigos. Lo hemos acariciado y mimado.
De repente nos hemos enfadado con él y le hemos insultado y pegado. Cada vez que lo hacíamos lo arrugábamos.
Una vez terminado el enfado le hemos pedido perdón. Nos ha perdonado. Hemos intentado que recuperase su forma, pero no ha sido posible.
Unos papeles han quedado marcados para siempre, otros rotos irremediablemente.
Con este ejercicio hemos querido enseñar que siempre queda una huella de dolor, desconfiaanza o malestar en la persona a la que dañamos y que el perdón no lo arregla todo.
Así lo hemos expresado en nuestros cuadernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario